viernes, 4 de mayo de 2012

Qué plan para qué profesionales: sobre la necesidad de reformar el plan de estudios



La reforma de nuestro plan de estudios lleva ya largos años y la necesidad de que este proceso pueda ser mantenido y, además, culminado para la puesta en práctica de un nuevo plan, es un punto de acuerdo. Sin embargo, a los términos de observar cómo se ha dado el proceso de reforma y, sobre todo, analizar las propuestas en danza, podemos retomar esta necesidad, porque de acuerdo a cómo sea definida pensaremos el alcance y los contenidos de la reforma curricular.
La actual currícula data de la década del ’80 cuando, como ahora, nuestra carrera se vio atravesada por un fuerte debate acerca del quehacer profesional y la formación necesaria para hacer frente a los desafíos del momento. Como ahora también, la correlación de fuerzas hizo que ciertas propuestas no fueran concretadas, pero que se dejara atrás la estructura más tradicional de la formación, luego del corte de cuajo sufrido por el proceso de Reconceptualización y la incidencia de la dictadura militar en la carrera. La apertura democrática y la consolidación del ciclo neoliberal en nuestro país dio pie a la penetración de perspectivas que ponían el acento en la dimensión operativa de la profesión, despojándola de su contenido teórico y de la direccionalidad política de toda intervención. Fue configurándose, entonces, una impronta tecnicista en el quehacer profesional que también penetró el debate sobre el proceso metodológico: estructurándose el plan sobre la fragmentación del sujeto en “caso, grupo y comunidad” y definiendo métodos específicos de acuerdo a ellos, se superpuso como hilo conductor de la formación la secuencia de “diagnóstico, planificación, ejecución, evaluación”, en tanto procedimiento formal- abstracto.
Post 2001, habiéndose sacudido la estructura socio- política y también económica de nuestro país al calor de las luchas populares, las reconfiguraciones de las formas de organización de la clase trabajadora y su vinculación con la academia vinieron a poner en cuestión algunos aspectos del tecnicismo y el formalismo metodológico. Aparecía la necesidad de dar lugar al movimiento propio de la realidad en los territorios concretos, a fin de ser más creativxs a la hora de pensar estrategias de actuación profesional. Además, esta necesidad llevaba a ensayar otro tipo de lecturas de la coyuntura y la estructuración históricas de los procesos sociales en los que se intervenía, apuntalando en cuestiones de orden teórico, histórico, económico y político, ausentes en nuestra formación.  Así, se puso claramente en cuestión la débil formación en teoría social (incluyendo las disciplinas de historia y economía, cuya falta es tan sentida para todxs lxs que somos parte de la carrera), y lo vetusto de la forma de estructurar el proceso metodológico. También se ponía de relieve que el problema de la escisión teoría- práctica no era resuelto por ese (este) plan, sino que más bien, éste no hacía más que morderle la cola al problema.
¿En qué nos aporta volver a esto? A lo largo de estos 12 años en que se comenzó, interrumpió, prosiguió y, por ahora, casi se cerró la reforma del plan, estos debates no han hecho más que profundizarse y ganar en riqueza. Una riqueza que esta reforma no puede pasar por alto. Desde diferentes espacios de organización de docentes, graduadxs y estudiantes que se han construido y desarrollado en estos años para abrir los espacios de discusión y avanzar en propuestas, se definieron con bastante desarrollo los problemas de nuestra formación, y se logró instalar como un consenso el problema de la fragmentación de la intervención y la mirada sobre la realidad en “caso, grupo, comunidad”, y la necesidad de resolver de forma más virtuosa la escisión teoría- práctica, expresada en la débil formación teórica y el metodologicismo imperante.
Dado que los problemas identificados en el actual plan son “estructurantes” de nuestra formación y que los mismos se erigen como debates en el seno de la comunidad académica, entendemos que las respuestas a esos problemas tienen que ser integrales y avanzar en pensar y poner en marcha nuevos criterios para ordenar nuestra formación. Ese es el desafío, esa es nuestra propuesta.

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