“Los
derechos se toman, no se piden; se arrancan, no se mendigan”
José
Martí
Seguramente
más de una vez habrás escuchado la palabra democratización. La
habrás visto en algún volante, en más de un cartel cuando entras a la facu, o
junto a una denuncia de lo antidemocrático que es el cogobierno. Con suerte la
escuchaste en una asamblea y además en una de tantas pasadas por cursos. Desde El Viejo Topo CAUCE creemos que más allá de “agitar” tal o
cual consigna o presentar diversas ecuaciones de la composición de claustros de
los órganos de cogobierno que dirigen la Facultad, es importante contarte qué entendemos por democratización
y en qué supuestos se asientan las formas de elección y decisión en nuestra “alta casa de estudios”.
A pocos días
de las elecciones en la Facultad de Ciencias Sociales es de suma importancia
considerar algunos aspectos respecto del resultado de las consultas a directores de carreras (sí, ese
nombre institucional que recibe el tipo de elección actual en el que votamos a
las autoridades de las carreras). ¿Por
qué volvemos una y otra vez sobre esto? Ante todo, no podemos dejar pasar el hecho de que en los resultados de
la elección de cuatro de las cinco carreras de la Facultad haya resultado
ganador un/a candidatx que no fue el más votado por sus electores en términos de votos absolutos (Sociología, Comunicación, Ciencia Política y Relaciones
del Trabajo). Si bien no es la primera vez que asume un director de carrera no
ganador, la simultaneidad de esta situación en cuatro carreras y la magnitud de
la diferencia entre los votos absolutos y los votos “ponderados” vuelven a
poner en evidencia los arreglos institucionales vigentes para la elección de
las autoridades y la necesidad
urgente de una reforma de la ciudadanía política de nuestra la Universidad.
Pero… ¿De dónde salió el famoso
“voto ponderado”?
Ya pasaron
diez años de la reforma del sistema de elección de los directores de carrera de
nuestra Facultad. Esta reforma surgió como respuesta al proceso de democratización y
movilización en torno a la elección directa que se desarrolló en la carrera de
Sociología a partir del año 2002, bajo el clima de manifestación popular
que había estallado el 19 y 20 de diciembre de 2001. Este proceso revolucionó no sólo a lxs
estudiantes que tuvieron una actuación protagónica, sino que también involucró
al conjunto de la comunidad académica mediante la organización de masivas
asambleas inter-claustros y la Comisión de Sociología, herramientas
fundamentales que sirvieron de espacios de elaboración colectiva para dirigir la carrera. En ese momento, como El Viejo Topo participamos de la alianza que ganó la
elección por sufragio directo (1 persona = 1 voto) y dirigió la carrera
llevando al “Chipi” Castillo como candidato a director. Bajo un espíritu
profundamente democrático, y entendiendo que la democracia va más allá del mero
acto de elegir representantes, nos subordinamos al mandato de los espacios de base para dirigir la carrera. Este proceso
nos legó debates muy ricos y un triste final (la intervención de la carrera por
parte del Rectorado de la UBA para “poner orden” a las estructuras
institucionales), sin embargo tuvo sus consecuencias para toda la Facultad
(para un balance completo del proceso de democratización consultar la revista
Sociólog@s Para Qué? nº12, publicación de El Viejo Topo)
A partir de
ello, el Consejo Directivo emite la
Resolución 1831/03 que amplía
el espectro de docentes que pueden aspirar a la dirección de la carrera y
reglamenta la elección directa bajo el sistema de “voto ponderado” de lxs
candidatos a directores.
Esta reforma
fue sustancial, tanto porque evidenció la relación entre los procesos de
movilización social y de reforma política; porque posibilitó una participación
electoral en aumento de lxs miembrxs de la comunidad académica en la elección
de sus autoridades y porque colaboró en
una mayor transparencia acerca del apoyo de los diferentes claustros a la
autoridad propuesta visibilizando y limitando los arreglos entre cúpulas. Es así
como, las carreras de la Facultad de Ciencias Sociales, se inscriben dentro de
las instituciones universitarias que votan sus autoridades por voto directo
(sin que ello haya repercutido en un cambio de la forma de elección global de
las principales autoridades en la Facultad ni de la UBA). Cabe decir que esta
modalidad ya fue implementada en universidades de varias provincias de nuestro
país.
Aún así, las limitaciones de esta forma de “consulta
directa y ponderada” se observan continuamente en las formas que asume el
cogobierno universitario, tornando muy difícil la posibilidad de imprimir
una direccionalidad alternativa a los espacios institucionales en los que día a
día se toman las decisiones que hacen a nuestra formación y al conocimiento que
se produce en nuestra universidad.
Con todo,
este proceso de avance en relación a la elección directa de las autoridades
debe ser actualizado y profundizado, pues la
demanda del proceso movilizatorio de comienzos de la década pasada, no sólo
promocionaba la participación directa en la elección de las autoridades,
sino la elección igualitaria de las mismas. Es decir un proceso electoral
basado en el sufragio igualitario y no en el “voto ponderado” de los diferentes
claustros.
El “voto ponderado” es un tipo de voto
calificado, que no equivale al sistema de democracia formal como el que
participamos de la elección nacional, sino al estilo de las democracias
restringidas. El orden de la Facultad no es natural ni espontáneo, sino que
obedece a decisiones, y las mismas se toman de una forma particular. El
gobierno actual de la Facultad se plantea como tripartito, ya que son parte del mismo tres “claustros”: el de profesores, graduados y estudiantes de la
facultad, excluyendo así al claustro de no docentes. Sin embargo, esta
composición tripartita, a primer vistazo plural, oculta la desigualdad en la representación de cada claustro, resultando el
voto de un profesor unas 50 veces más “valioso” que el de un/a estudiante.
La elección
del director/a de carrera, aunque es directa, es también ponderada, esto significa que el voto de cada claustro vale un
tercio de la decisión final, pese a las diferencias numéricas en la composición
de cada claustro. Cada claustro equivale a un 33% del total de los sufragios
válidos, y lo que importa es su porcentaje relativo y no el total de votos
absolutos. Su fundamento se
encuentra en la concepción del estudiante como alumnx (falto de luz, no activx
en el proceso de conocimiento), que se traslada al ámbito de la ciudadanía
política en términos de un sujeto con menos derechos. Transformar este sistema arcaico y caduco es la tarea que se nos impone a
cien años de la reforma universitaria de 1918.
¡¡Basta de
revoque, la estructura está podrida!!
Estas líneas
de reflexión nos demuestran una vez más que todos nuestros derechos fueron
conquistados con la movilización autónoma, la organización y sobre todo por el
protagonismo de lxs estudiantes. Por ello, no
se puede admitir que cualquier proceso de democratización y de lucha sea el
monopolio de una agrupación o frente de agrupaciones como suele hacerlo el Partido Obrero-La
Izquierda Al Frente en referencia a lo sucedido en el 2002. Pero actitudes mezquinas de este
tipo no son ninguna novedad. Esto lo evidenció la misma elección en Trabajo Social de la cual lxs compañerxs del Partido
Obrero-La Izquierda Al Frente hablan poco y mal. No dicen nada de por qué es la
única carrera donde no se dio un fenómeno similar al resto en las elecciones de
este año. En Trabajo Social, desde el 2009 llevamos a nuestra compañera Jorgelina Matusevicius como única candidata
de izquierda en oposición al kirchnerismo, y en estos procesos de unidad de
la izquierda hemos logrado ganar ampliamente en votos absolutos y sostener la
mayoría estudiantil y la minoría de graduados en la Junta. Este año el Partido Obrero-La Izquierda Al Frente presentó una lista
aparte, sólo con el objetivo de mirarse el ombligo. Queda en evidencia la
política rupturista de estxs
compañerxs cuando no hegemonizan un espacio. Este tipo de política, antes que
abrir al debate, sólo favorece a la acumulación de una agrupación y no del
conjunto del movimiento estudiantil, que se referencia en la figura de
Jorgelina como la única real opositora a La Cullen y luchadora incansable por
la democratización de la Universidad (a la que nunca quisieron defender como lo
hacen ahora fervientemente con sus propixs candidatxs). Esto quedó claro con la
opción de lxs estudiantes por la lista que integra El Viejo Topo CAUCE, que
obtuvo la minoría en estudiantes y graduados (mientras el Partido Obrero… nada).
Es
por ello que desde El Viejo Topo CAUCE creemos que hay que avanzar en discutir
la situación con el conjunto de la comunidad educativa y apuntalar no sólo la
elección directa de lxs directores de carrera sino a la lucha por la democratización de las Juntas de
Carrera, enmarcada en demandas que expresen un
programa de transformación de la Facultad y toda la UBA. Si la lucha por
la democratización se enfoca tan solo en que asuman como directores de las
carreas aquellxs que fueron lxs más votados, sin cuestionar integralmente la
estructura antidemocrática, nos quedaremos en la cáscara sin llegar hasta la
raíz del problema en cuestión: ¿Quiénes
son los que deciden hoy en nuestra facultad? ¿Cómo rompemos la lógica
delegativa que sostiene que unxs pocxs “representantes” sean quienes definen
qué conocimiento producimos, qué profesionales seremos y qué universidad tenemos?
Quedan
grandes debates aún pendientes en torno a la conformación de los claustros, la
constitución de un claustro único docente, la integración de los trabajadores
no docentes y de los estudiantes de posgrado, como así también repensar el
estatuto de los graduados.
A pocos
meses de una nueva e ilegítima elección de un Rector para la UBA, la bandera de
la democratización sigue flameando en Sociales. Es hora de ponernos a la cabeza
de nuestras reivindicaciones históricas y, sin mezquindades, construir la
unidad en la lucha para golpear con un solo puño.
¡Adelante
con todas las fuerzas de la historia!
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