Miradas y perspectivas sobre la construcción
de una alternativa popular en Argentina
de una alternativa popular en Argentina
Carta pública a Marea Popular a propósito de su
intervención electoral
Compañer@s de Marea Popular:
Les
escribimos estas líneas partiendo de reconocernos en el compromiso compartido
por renovar la orientación y los métodos de la izquierda en nuestro país, tal
como se viene expresando en las articulaciones compartidas en el territorio
universitario.
La
iniciativa de algunas organizaciones de la Nueva Izquierda de intervenir
electoralmente ha sido impulsora de un debate sin dudas saludable en el seno de
esta tendencia. Un debate que ha sido una constante en la historia de las
izquierdas, cuyo interrogante se nos plantea aquí y ahora a lxs militantes de
nuestra generación. Tan importante como las respuestas que practicamos en
términos de intervención política es la reconstrucción de la pregunta, en el
marco de los desafíos que se nos presentan en la actualidad. Consideramos que debemos
preguntarnos en razón de este debate cómo la participación electoral puede o
no potenciar la construcción de una
alternativa de poder de y para lxs de abajo. A los fines de la
construcción de una Nueva Izquierda en nuestro país es un hecho alentador la
creciente preocupación en torno a abordar la lucha política por parte de las
nuevas expresiones organizativas.
Partiendo
de la afirmación de la táctica electoral como una táctica posible, los
debates que abrimos aquí se tratan de los modos y condiciones en que esta
incursión en el terreno electoral se está dando y lo que ello implica en
términos de la construcción de una herramienta electoral como expresión de la
Nueva Izquierda. Nos referiremos en particular, y en este sentido, al
perfil político de la campaña y al marco de alianzas desplegado en el ámbito de
la Ciudad de Buenos Aires. Pretendemos que estas líneas se erijan como un canal
para la discusión sincera y fraterna, fundamental en tren de los enormes
desafíos que tenemos por delante.
Pensar una táctica para dar cuerpo a nuestra
estrategia
Como
hemos apuntado, nuestro punto de partida es la consideración de la táctica
electoral como posible dentro del arco de intervenciones a realizar en diversos
contextos, preguntándonos de qué modos la incursión en la institucionalidad
estatal puede alimentar nuestro camino estratégico. Nuestro espacio político, la denominada “Izquierda Independiente” o
“Nueva Izquierda”, si bien heterogéneo, se ha caracterizado por compartir un
interesante conjunto de coordenadas políticas y metodológicas. La
construcción de poder popular, como condición necesaria para dar la batalla
política y cultural contra la hegemonía capitalista, es sin dudas uno de los
ejes fundamentales de quienes, desde los 90,
empezamos a reagruparnos y encontrarnos en las luchas. Esa tarea se materializa
hoy en la vocación por construir espacios de base, antiburocráticos, donde
nuestro pueblo se organice en pos de retomar las mejores tradiciones de lucha
que se vieron truncas años atrás con el golpe cívico-militar de 1976. Y es
condición necesaria, para que esas construcciones sean realmente una
herramienta emancipatoria, una fuerte vocación de interpelar a las masas,
alejándonos de prácticas sectarias, burocráticas y mezquinas, que, sobre un
análisis desacertado del estado de conciencia de los sectores populares,
terminen aislando y cercenando los posibles saldos organizativos.
Entonces,
mirando la táctica electoral, podemos resaltar al menos dos aspectos que pueden
ser potenciales para el desarrollo de la lucha social y política. Por un lado,
la tarea de propaganda, agitación y denuncia vinculadas a la difusión de un
programa determinado. La presentación electoral puede sumar elementos para la
formación de una referencia que agrupe o dé mayor visibilidad a una alternativa
de izquierda, que busque instalar que otro tipo de democracia es posible.
Por
otro lado, podemos pensar en la interrelación que se establece entre los
procesos de lucha y organización popular y la institucionalidad vigente. Las
reformas vinculadas al sistema jurídico- legal del aparato del Estado son
importantes en tanto además de implicar mejoras concretas en las condiciones
inmediatas de vida de lxs laburantes, también dan condiciones de posibilidad
para alimentar los procesos de organización de lxs de abajo, en tanto implican
victorias concretas que sientan pisos de organización y conciencia. Nuevamente
debemos advertir que este saldo organizativo de los procesos de lucha, sobre
todo en momentos de reflujo y recomposición más general, no resulta espontáneo
y debe ser alimentado por las organizaciones del campo popular, trazando
tácticas a fin situar las reformas puntuales conquistadas en un proyecto de
cambio social.
Entonces,
si tomamos estos dos objetivos políticos, podemos notar que para su despliegue
se tornan sumamente importantes dos cuestiones. En primer lugar, aparece el
problema del programa y la construcción
del perfil político, sobre el cual se elaborará una referencia pública de
carácter masivo. En segundo lugar, si consideramos que el contenido de la
experiencia electoral tiene un correlato directo con las luchas que
desarrollamos cotidianamente, se torna nodal la reflexión acerca del marco de alianzas que se cristalice en
el frente electoral. Asimismo, considerando el momento de recomposición del
campo popular y de reagrupamiento de la Nueva Izquierda, la conformación de una herramienta electoral que le dé visibilidad a
esta tendencia de cara al masivo de la sociedad se vuelve un aspecto nada
desdeñable al momento de pensar los trazos estratégicos de esta táctica.
Estas
tareas políticas no se realizan únicamente bajo la participación electoral. Por
eso, debemos poner de relieve un riesgo que, de hecho, ha sido recurrente en
organizaciones populares, consistente en convertir la táctica en estrategia y
transformar lo que debería ser una herramienta coyuntural en la principal
matriz de intervención política. Hoy notamos que en ciertos aspectos del perfil
político y del marco de alianzas existen elementos que nos interrogan sobre ciertas intervenciones tácticas que
se perfilan en camino de suplantar la perspectiva estratégica, corriéndose así
de las coordenadas compartidas por el espacio de la Nueva Izquierda.
La necesidad de un perfil político realmente
propio
¿De
qué manera construir un perfil político? ¿A quiénes buscamos interpelar? Los
armados electorales a los cuales se enfrenta la izquierda en los comicios son
de diverso tenor: sectores de la derecha reaccionaria; el kirchnerismo y sus
expresiones más progresivas o más corridas hacia la derecha; variantes
progresistas de raigambre patronal. Tenemos claro que ninguna de ellas
representa una opción para nuestro pueblo. Posiblemente en la configuración de
una campaña política sea un problema a resolver a qué tipo de perfil apuntamos,
a qué sectores queremos dirigirnos, y quiénes conformarán un posible
electorado. No obstante, señalamos una cuestión anterior, vinculada a qué
opción delimitamos y hacemos visible de cara a la sociedad, y en este sentido,
qué nos diferencia de las opciones electorales que no responden a las necesidades
populares sino a proyectos hegemonizados por las clases dominantes. Dicha
diferencia no se vincula a una táctica puntual, o a una característica menor de
nuestro proyecto, sino a su
horizonte. La posibilidad de dar visibilidad a una alternativa popular desde la
Nueva Izquierda constituye un desafío nuevo y de envergadura estratégica. No
debemos confundir la construcción de una cara masiva y visible de nuestro
proyecto con el despliegue de una campaña político- electoral y la avidez por
capturar electorado. Ambas cosas constituyen tareas políticas diferentes. Por
la envergadura de la primera, en este incipiente camino, ésta no puede quedar
subordinada a la segunda.
La
Nueva Izquierda se ha caracterizado por no incurrir en simplificaciones al
momento de pensar la elaboración táctica frente al proceso político en curso,
evitando tanto el sectarismo como las alianzas con sectores de derecha,
desviaciones en las cuales han recaído diversas expresiones de nuestra
izquierda local. Las apariciones públicas que se han desarrollado como Marea
Popular presentan para nosotrxs dos puntos a debatir. En primer lugar, notamos
que en diferentes expresiones mediáticas, de acuerdo al público de los medios
de comunicación particulares así como a su línea ideológica, el perfil del
frente era variable. Obviamente la interpelación masiva conlleva atender a
quién nos escucha y a quiénes queremos interpelar. No obstante, notamos con
preocupación la dificultad para delimitar los contornos de la propuesta
expresada por Marea Popular, y la incursión deliberada en la ambigüedad
política. Y esto se torna problemático cuando nuestro objetivo es visibilizar
una alternativa política de lxs de abajo.
Compartimos,
sin dudas, el rechazo al sectarismo, pero la indefinición respecto del núcleo
del proyecto político que queremos expresar es igualmente perniciosa. Hoy por
hoy la orientación política de Marea en
estas elecciones, no sólo no queda clara para el activismo, sino tampoco para
los medios de comunicación y, mucho menos, para las amplias capas de los
sectores populares. Como dijimos anteriormente, una de las principales
tareas de la penetración institucional y
la presentación en elecciones, tiene que ver con la construcción de una
referencia pública, de hacer visibles nuestras construcciones y de tener un
espacio para la creación de agenda. Para ello debe estar claro desde qué lugar
nos paramos. La creación de un discurso dialógico y cercano a las masas, no es
per se contradictoria con la idea de claridad política. Su ausencia instala el riesgo de la adaptación y el
oportunismo.
Ilustraremos
esto con el ejemplo de cómo es considerado el fenómeno político kirchnerista
bajo la campaña mediática. Mientras que en ciertas oportunidades (sobre toda en
la prensa propia universitaria) se sitúan las limitaciones estructurales del
modelo económico y político kirchnerista, en la mayor parte de las apariciones
públicas se destaca la progresividad del kirchnerismo, la cual pareciera sólo
estar viciada por su apoyatura en la corroída estructura del PJ (lo cual,
resulta contradictorio con la idea de las ‘limitaciones estructurales’). Este
cambio discursivo no es accesorio, sino que hace al desdibujamiento de una
delimitación estratégica con el kichnerismo, expresado en la idea de “superar y
profundizar” el modelo, tal como se expresó en varias entrevistas. El problema
se renueva con la reciente alianza con sectores de la centroizquierda y las
afirmaciones de encolumnamiento de Marea bajo esta tendencia política. En lugar de estar la campaña en función de
visibilizar un determinado perfil político, estamos ante la inversión de que el
perfil se adecúa a las necesidades de “hacer campaña”. Entonces, esta cuestión
táctica asume un cuerpo tan denso que comienza a cobrar peso estratégico.
Cuando
pensamos en la fórmula electoral de un espacio de la Nueva Izquierda sostenemos
la necesidad de que el mismo exprese todo “lo nuevo” que significamos en
comparación a las alternativas patronales (pues buscamos una nueva sociedad) y
en relación con la izquierda tradicional (en tanto buscamos construirla desde
ahora, sin sectarismos ni aislamiento, configurando el poder propio de nuestro
pueblo). La forma que viene asumiendo la campaña política que han comenzado a
caminar viene, por el momento, arrastrando viejas formas del hacer político.
De alianzas y espacios de acumulación del
movimiento
Un
respetado compañero en el campo de nuestro espacio político, Miguel Mazzeo,
afirmó en un texto reciente: “Las alianzas -electorales- con sectores de otros
espacios políticos (espacios intrasistémicos, principalmente de centroizquierda
o de izquierda institucionalizada, espacios que no se proponen una lucha
contra-hegemónica), aunque le garanticen mayor presencia pública y mayor
visibilidad social, probablemente
terminen desdibujando los perfiles más radicales de la izquierda independiente”.
La
incorporación de Marea Popular a un frente electoral de centro-izquierda
encabezado por un sector que es parte a nivel nacional del FAP - la Unidad
Popular de DeGennaro y Lozano – dan pertinencia a estas consideraciones. Priorizar un marco de alianzas vinculado a
los partidos tradicionales, por sobre los grupos emergentes de la “Nueva
Izquierda”, coloca a Marea Popular en el terreno ambiguo entre dos
orientaciones divergentes: apostar, junto a un conjunto de jóvenes experiencias
organizativas, a la constitución de una nueva izquierda anticapitalista, con
amplitud y sin sectarismos, o bien abonar a una nueva resurrección del
“progresismo” (reformista) en nuestro país.
Vale
remarcar que en el medio de ambas opciones, se encuentra, claro, la acción
táctica, que es procesual y de ninguna manera lineal. No obstante, si bien
estas dos orientaciones no resultan esquemáticas, es preciso que las
consideremos en el contexto actual de nuestro país y de nuestra tendencia en
particular.
El
grupo de Lozano y De Gennaro no deja lugar a mayores expectativas políticas.
Son los mismos que acompañaron al campo en el conflicto de 2008, votaron contra
la 125 y tienen una alianza de vieja data con Buzzi de la Federación Agraria,
del mismo modo que su alianza de “unidad antikirchnerista” los llevó a votar en
numerosas oportunidades de los años subsiguientes proyectos presentados por
partidos de derecha. No se trata, de nuestra parte, de rechazar por principio
las alianzas con sectores reformistas, nacionalistas o de centro-izquierda. La
lucha política requiere en ciertas ocasiones de acuerdos amplios y del diálogo
con amplias franjas provenientes del nacionalismo popular o la
socialdemocracia. Sólo un sectario completo puede desconocer esta necesidad en
algún momento de la larga construcción de una alternativa política de masas. Pero su acuerdo electoral no es expresión
de una política hegemónica amplia, sino de un cálculo de corto alcance: superar
las PASO y colocar a alguien propio en una lista con cierta performance
electoral, al costo de embellecer por izquierda y darle “aires nuevos y
jóvenes” a una propuesta política comprometida con un espacio que hace
oposición por derecha al gobierno nacional. Como presentación de una
experiencia nueva en la escena nacional, aparecer detrás de quienes están
curtidos y marcados de arrugas en sus compromisos con la forma de hacer
política de los partidos tradicionales, no parece
alentador ni innovador.
Como
dijimos hace un año cuando MAREA impulsó el debate sobre la cuestión electoral:
“La larga trayectoria de la militancia socialista está repleta de
organizaciones, núcleos y corrientes políticas que no pudieron pasar la prueba
de salir de la marginalidad y tener una presencia real en la vida de las masas.
Debemos actuar con audacia e inteligencia para poder tener éxito allí donde
fracasaron el grueso de los agrupamientos de la izquierda revolucionaria. Pero
nuestra historia también conoce sobradamente de organizaciones que, con la intención
de superar la marginación, terminaron adaptándose a expresiones políticas
reformistas o nacionalistas, quedando reducidas a los estrechos márgenes del
posibilismo. Debemos manejar
virtuosamente esta tensión entre sectarismo y adaptación donde se juega, en
buena medida, la suerte y la perspectiva histórica de esta nueva izquierda que está emergiendo en nuestro país”. Este
sigue siendo el desafío de nuestras jóvenes construcciones.
Recientemente,
en la editorial del número 4 de la revista MAREA, Martín Ogando señala varias
de las cuestiones que aquí estamos buscando problematizar. Hace un fuerte
énfasis en construir un movimiento político y social amplio, en el que
confluyan no sólo “la izquierda
independiente”, sino también a sectores del “progresismo no kirchnerista”, “parte de la militancia popular que ha
participado de la experiencia kirchnerista”, y de la “izquierda tradicional que logren superar su dogmatismo y sectarismo
serial”. Además propone que ese proceso “se debería pensar como la síntesis de un proceso de lucha, construcción,
debate y elaboración de cientos de organizaciones que, a lo largo de estos
años, hemos transitado diversas experiencias pero compartimos un compromiso con
nuestro pueblo y un horizonte de liberación.” y que “Es necesario juntarse con otros, articular esfuerzos con los que
piensan distinto, con los que tienen otras identidades, pero con los que es
posible asumir un piso de acuerdos programáticos y un método de trabajo
democrático.”
No
deja de sorprendernos la postulación de un reagrupamiento general mientras que
se evidencia la falta de preocupación por la estructuración de la tendencia
política de la Nueva Izquierda, de la que nos sentimos parte junto con ustedes,
en pos de un proceso creciente de lucha y organización de nuestro pueblo. Desde
hace varios años distintos sectores de la izquierda no tradicional hemos venido
ensayando espacios de confluencia a partir de hechos coyunturales conflictivos
(como sucedió a partir del conflicto por la resolución 125 con la conformación
de Otro Camino para Superar la Crisis) o bien de ciertos acontecimientos
significativos para el campo popular (como el Espacio 20 de Diciembre en
conmemoración a esa fecha, la coordinadora en defensa del espacio público,
entre otras experiencias). En este sentido, como COB La Brecha hemos promovido
la superación de la coordinación eventual o fenoménica, para comenzar a
construir otro tipo de confluencia más orgánica, capaz de sedimentar en el
largo plazo procesos de síntesis y de re-estructuración política de la Nueva
Izquierda. Nuestra propuesta es la de la conformación de un espacio político de
la Nueva izquierda, donde canalizar debates políticos, estratégicos, y
propuestas de intervención concreta ante la coyuntura, como pude verse en
varios números de nuestra prensa (Abre
Brecha) y en nuestras distintas iniciativas (Campaña Nacional Contra las
Violencias hacia las Mujeres, Campaña contra la Precarización, Caravana en
apoyo a ADOSAC, las distintas iniciativas en contra de la Megaminería, entre
otras). Recientemente, la pérdida de dinamismo de la COMPA y el debate
electoral han configurado un terreno fértil para la pregunta en el campo de la
Nueva Izquierda acerca de cómo construir una alternativa política de los de
abajo desde la Nueva Izquierda, cuestión que muchos grupos hemos comenzado a
responder tentativamente con una certeza. Dicha alternativa debe construirse
ensayando grados de unidad cada vez mayores, en función de la práctica común,
así como de la solidez política, en un proceso sin dudas sinuoso y gradual,
pero que debemos construir desde aquí y ahora.
En
este sentido nos resulta realmente llamativo cómo encuentran conexión entre un
frente electoral con “sectores
progresistas no kirchneristas” como Buenos Aires Para Todos, con un proceso
real de confluencia de las distintas experiencias que mencionan, y en
particular las de las organizaciones que hemos surgido al calor de las luchas
de resistencia en los '90 y que nos hemos comenzado a reagrupar post 2001. Mientras el frente electoral actual tiene
como principal característica en su composición la alianza con una expresión de
centro- izquierda reformista, lamentamos el relativo aislamiento organizativo
de lxs compañerxs de Marea respecto de las organizaciones de Nueva Izquierda
que, sin rechazar el desafío de la construcción masiva, hemos decidido comenzar
a andar una coordinación renovada, apostando a procesos de confluencia mayor,
con métodos de trabajo realmente democráticos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario